13 de julio de 2009

ACTITUDES DE FRACASO

¿Qué es lo que diferencia un estudiante que aprueba de uno que suspende?
¿Es una cuestión de actitud? Con la Reforma pasamos de evaluar solo procedimientos y conceptos a evaluar también la actitud. Pero rápidamente nos dimos cuenta que quien tenia una buena nota de actitud en general también aprobaba los conceptos y los procedimientos y viceversa. Incluso la nota de actitud ayudaba a aprobar a los que no llegaban, aunque esto no ha servido para reducir lo suficiente el fracaso escolar. Entonces ¿quién suspende realmente? Los que tienen una mala actitud. Así pues, se reduce todo a trabajar las actitudes para reducir el fracaso escolar.
Pero, ¿Qué actitudes son las que se han de cambiar?
Al final de trimestre, se puede distinguir muy bien al alumnado que aprobará del que suspenderá incluso antes de la evaluación. Uno pregunta “Profe, ¿he aprobado?” mientras que el otro pregunta “Profe, ¿me has aprobado?” como si aprobar o suspender no dependiera de lo que ha hecho (o mejor dicho, no ha hecho) durante el trimestre. El primero sabe que para aprobar uno tiene que esforzarse en estudiar y hacer los deberes, mientras que el otro cree que depende de factores externos o que no controla. A esto técnicamente se le llama Atribución Causal y se adquiere en el proceso de socialización (la cultura en que se crece). Será por eso que en las estadísticas que estudian el fracaso escolar, éste es mayor en barrios marginales y/o en familias con bajos niveles socioculturales.
Por otro lado, cuando vemos que un alumno, al llamarle la atención de que no trabaja, empieza con comentarios tipo “Es que no me sale.”, “Es que no encuentro la solución en el libro.”, “Yo no sirvo para estudiar.”, “Es que es muy difícil”... o incluso un “Para qué, si voy a suspender”, ya sabemos que este alumno no trabajará. Si lo analizas, realmente no son excusas para no trabajar, sino que realmente no confía en sus propias capacidades y habilidades y por tanto su expectativa es el fracaso aunque se esfuerce. Así pues tiene un bajo auto-concepto en el ámbito de los estudios. En realidad no es que no tengan capacidad, sino que piensan que no la tienen por diversos motivos o experiencias. ¿Cómo si no son capaces de recitarte la alineación de su equipo de fútbol con sus números de camiseta y en cambio no puedan estudiarse las partes de una máquina? O ¿Cómo saben calcular si se pueden comprar en las rebajas un conjunto con sus respectivos descuentos con los 40 € que le ha dado su madre, y no saber resolver un problema de sumar dos resistencias con sus respectivas tolerancias? (por si se tienen dudas de las capacidades del alumnado de instituto, recomiendo que mireis el enlace de la Severn Suzuky ante la ONU http://www.youtube.com/watch?v=hrfcMlXmEZg).
Resumiendo, si el escolar cree que el resultado de su aprendizaje depende de sus capacidades y de su esfuerzo y además confía en ello, estará más motivado que otro que cree que el control depende de otras personas o del azar. Otro caso seria el escolar que piensa que sí que tiene el control del aprendizaje pero no confía en sus posibilidades, en que su motivación será baja y auto-limitante, lo intentará y al final se le aprobará por actitud. En el caso que confíe en sus capacidades pero crea que el control sobre el aprendizaje es externo y dependa de los otros y/o de la suerte, tampoco estará muy motivado, pues pensará que aunque lo haga bien, no se asegura el aprobado. Y por último, el que no confía en sus capacidades y además cree que el control es externo, no estará nada motivado, aunque puedes encontrar alguno que trabaja para no quedar en evidencia o por presiones y amenazas de sus padres.
No podemos olvidar que el equilibrio personal también es importante. Los tutores sabemos perfectamente que si un alumno o alumna tiene sus necesidades afectivas, físicas, relacionales... satisfechas y no le crean problemas importantes, es más probable que sea buen estudiante que si su familia está desestructurada, si no recibe suficiente atención de sus padres, o si su auto-concepto y/o autoestima son bajos, creándole problemas de relación. En estos casos, la responsabilidad es más de los padres.

Así pues, la solución pasaría más por trabajar las actitudes anteriores que no tanto con la pedagogía. La lástima es que no se nos ha formado para trabajar las actitudes, y, a veces, ni cómo evaluarlas, y la mayoría de nosotros, a veces de manera inconsciente, las trabajamos de manera intuitiva o por auto-formación. Me refiero al profesorado de la ESO, pues espero que a los maestros sí que se les haya formado en su carrera.

Además, estas dos actitudes generan un fracaso personal más allá del escolar. Por ejemplo tendrán más probabilidad de divorciarse (al no creer que puedan resolver y superar las dificultades de pareja) y no sabrán cómo resolver los conflictos y problemas con sus hijos e hijas, no serán competentes en su trabajo y serán los primeros en ir al paro...

Precisamente, en las últimas leyes de educación estas dos actitudes aparecen como autonomía y educar por competencias. Y al último comentario le llaman educar para la vida. Incluso dan algunas orientaciones de cómo aplicarlo.

NOTA POSTERIOR:
He encontrado un estudio serio que confirma lo que dice mi artículo. Tiene un estilo muy académico pero la discusión del final es asequible. Acceder a la página y descargar el documento PDF:

Autoconcepto, proceso de atribución causal y metas académicas en niños con y sin dificultades de aprendizaje

 

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